Es en este entorno campesino, donde el trabajo de la greda se constituye en una actividad femenina, propia de un patrón de género. Este régimen está basado en la descendencia exclusiva de las mujeres de la localidad, las cuales mantienen una jerarquía basada en la edad, experiencia y prestigio social. El mantenimiento de esta práctica cultural ancestral, ha sido posible a través del proceso de socialización y transmisión, en que los hombres como espectadores participantes, aprenden desde niños a respetar y valorar.
Día a día, las loceras elaboran ollas, cántaros, platos, pailas de greda, de color rojo y negro. Una vez terminado el trabajo, los miércoles y sábados, de madrugada, toman la micro (bus) rural que las conduce de Pilén a la feria Cauquenes para vender la loza. En ellas se funden los conocimientos de sus mayores, y de los mayores de sus mayores, herederas de un oficio que se niega a morir, y del que son sus mejores guardianas.
Obtienen el Reconocimiento Tesoros Humano vivo por mantener una tradición alfarera, representante de una cultura productiva y reproductiva local, que manifiesta los valores de la vida campesina.
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